Experimentos con la imaginación

En la introducción a «La mano izquierda de la oscuridad» que Ursula K. Le Guin escribió para la edición de 1976[1], la autora reflexiona sobre el objeto de la ciencia ficción. La ciencia ficción, nos dice Le Guin, se entiende a menudo como un ejercicio de extrapolación:

Se supone que el escritor de ciencia ficción ha de tomar una tendencia o fenómeno del aquí y ahora, purificarlo e intensificarlo para lograr un efecto dramático y proyectarlo hacia el futuro. «Si esto continúa, esto es lo que sucederá». Se hace una predicción. El método y los resultados se parecen mucho a los de un científico que administra grandes dosis de un aditivo alimentario purificado y concentrado a unos ratones, con el fin de predecir lo que puede sucederles a las personas que lo consumen en pequeñas cantidades durante mucho tiempo. El resultado será, casi inevitablemente, cáncer. Lo mismo que ocurre con el resultado de la extrapolación. Las obras de ciencia ficción que se centran estrictamente en la extrapolación, generalmente llegan a donde suele llegar el Club de Roma: a algún lugar entre la pérdida gradual de la libertad humana y la extinción total de la vida terrestre.

Le Guin cree que, aunque la extrapolación es uno de los ingredientes de la ciencia ficción, no es su razón de ser. La extrapolación es demasiado racional y simplista para satisfacer a una mente imaginativa, ya sea la del escritor o la del lector. La ciencia ficción es un experimento que llevamos a cabo exclusivamente con nuestra imaginación[2]:

Este libro no es una extrapolación. Más bien puede leerse, como muchas otras obras de ciencia ficción, como un experimento conceptual. Digamos (dice Mary Shelley) que un joven médico crea un ser humano en su laboratorio; digamos (dice Philip K. Dick) que los Aliados perdieron la segunda guerra mundial; digamos esto o aquello o lo de más allá, y veamos qué sucede.

El propósito de un experimento mental o conceptual[2], tal como se concibe en la filosofía, la ciencia y otras disciplinas, no es predecir el futuro, sino ayudarnos a desentrañar la realidad, el mundo presente. La ciencia ficción no es predictiva, es descriptiva. La predicción es el negocio de los profetas, clarividentes y futurólogos, pero no el de los novelistas. El negocio de un novelista es la mentira.

Ciertamente, los escritores de ficción, al menos en sus momentos de mayor valentía, persiguen la verdad: conocerla, hablarla, servirla. Pero lo hacen de una manera peculiar y tortuosa, consistente en inventar personas, lugares y eventos que nunca existieron y que jamás existirán u ocurrirán; en contar estas ficciones con todo lujo de detalles y con una enorme dosis de emoción, y luego, cuando terminan de escribir esta sarta de mentiras, dicen: ¡Aquí está! ¡Esta es la verdad!

Pueden usar todo tipo de hechos para apoyar su tejido de mentiras. Describir la prisión de Marshalsea, que era un lugar real, o la batalla de Borodino, que realmente se libró, el proceso de clonación, que realmente tiene lugar en laboratorios, o el deterioro de una personalidad, que se describe en los libros de texto reales sobre psicología; y así. El peso de estos sucesos verificables de lugares-eventos-fenómenos hace que el lector se olvide de que está leyendo una invención pura, una historia que nunca tuvo lugar en ninguna parte, sino en esa región no localizable que es la mente del autor. De hecho, mientras leemos una novela, nos volvemos locos. Creemos en la existencia de personas que no están allí, escuchamos sus voces, vemos la batalla de Borodino con ellos. Llegamos incluso a convertirnos en Napoleón. La cordura regresa sólo (en la mayoría de los casos) cuando se cierra el libro.

¿Sorprende a alguien que ninguna sociedad verdaderamente respetable haya confiado alguna vez en sus artistas?

Y sin embargo, nuestra sociedad, preocupada y desconcertada, en busca de orientación, deposita a veces una confianza completamente infundada en sus artistas, utilizándolos como profetas y futurólogos.

La ciencia ficción es una metáfora. Lo que la distingue de otras formas de ficción que la han precedido, es la utilización de metáforas extraídas de la ciencia y la tecnología, que han adquirido un papel central en nuestra sociedad, y que nos plantean nuevos interrogantes. Los viajes espaciales, las sociedades alternativa, las biologías alternativas son metáforas. Incluso el futuro, en la ficción, es una metáfora.

¿Una metáfora de qué?

Si hubiera podido decirlo de forma no metafórica, no habría escrito todas estas palabras

Si hubiera podido decirlo de forma no metafórica, no habría escrito todas estas palabras, esta novela. Genly Ai nunca se habría sentado en mi escritorio y agotado la tinta y la cinta de mi máquina de escribir para informarme a mí, y a tí, de manera bastante solemne, que la verdad es cuestión de imaginación.

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[1] La introducción en inglés puedes encontrarla, por ejemplo, aquí y en las ediciones de la obra posteriores a 1976. Por ejemplo, aqui o en esta colección de ensayos de la autora (también en inglés).

[2] Qué torpe resulta, a veces, el castellano cuando se tienen que traducir términos como éste: thought experiment. Literalmente, experimento pensado o de pensamiento. ¿Se te ocurre una traducción mejor?

Imagen: Portada de la edición de 1976

6 respuestas a “Experimentos con la imaginación

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