Anarcoutopía. Modelo de utopía para armar

Hace ahora seis meses anuncié mi intención de escribir un ensayo con el objetivo de atacar frontalmente esa idea tan tóxica y churchilliana de que no existe una forma de gobierno mejor que la que ya tenemos, una democracia extenuada y prostituida, que se pone de rodillas y nos muestra sus vergüenzas ante la amenaza de un simple virus.

El ensayo llega en un momento en el que COVID-19 nos ha hecho a todos penosamente conscientes de que muy probablemente estemos al final de un período histórico dominado por las ideas e instituciones que surgieron tras la segunda guerra mundial. Hoy el capitalismo y el (neo)liberalismo parecen estar en una encrucijada, la democracia en retirada y la burbuja tecnológica y el «solucionismo» bajo intensa sospecha.

Ha llegado el momento de ir un paso más allá. Argumento que no hay razón para pensar que el camino que hemos seguido a lo largo de la historia nos haya conducido hasta un óptimo social. Estoy en contra de todas esas voces conformistas que predican que estamos en el mejor momento de la historia. Esas voces pertenecen típicamente a los acomodados y se basan en un uso sesgado y partidista del utilitarismo. Son las mismas voces que cantan las virtudes de la innovación y el progreso, que nos instan a salir de la zona de confort, que predican las bondades del fracaso y la necesidad de aprender de los fracasos, el voluntarismo mágico.

No creo que haya ninguna razón para pensar que, más allá de todas esas otras formas de gobierno que se han probado antes, no existe una mejor, que no hay otro camino hacia una sociedad mejor. Hay muchas alternativas a los estados y las jerarquías para coordinar agentes e iniciativas, como el libre mercado (para asignar recursos), la ciencia (producción de conocimiento), o más recientemente blockchain (para validar transacciones). Solo hay que mirar a la naturaleza para descubrir que las jerarquías no son la única opción. Algunas de estas ideas (utópicas) están consentidas por el establishment, que las mantiene bajo una estrecha vigilancia. Otras, y en particular todas las relacionadas con la autoorganización en la sociedad, están etiquetadas como ideas peligrosas, como la anarquía y el anarquismo. Ha llegado el momento de explorar algunas de esas ideas.

Finalmente he cumplido mi promesa y el ensayo está escrito y publicado como parte de una colección de utopías de varios autores que nos resistimos a pensar que vivimos en el mejor de los mundos, que ya está todo dicho y que colorín colorado… fin de la historia.

No.


Este ensayo tiene como objetivo mirar de frente a una cuestión en apariencia muy simple: ¿por qué aceptamos jefes y jerarquías? ¿Por qué permitimos que otra persona determine qué es lo que hemos de hacer o dejar de hacer, y que nuestra vida dependa de su juicio, su equidad o generosidad, de la valoración que haga de nuestro rendimiento o nuestra fidelidad para con su causa, de que nos reconozca o no como parte de su plan? ¿Por qué obedecemos o incluso nos sometemos? ¿Por qué nos rendimos sin luchar ante el poder que nos marca el camino que hemos de seguir? ¿Por qué aceptamos el yugo y el castigo sin rebelarnos? ¿Es todo esto deseable, inevitable?

Esta no es una cuestión que me plantee como un mero ejercicio intelectual, movido por la curiosidad o el deseo de conocer y la oportunidad de compartir una reflexión apoyada en lo que, como veremos, muchos pensadores a lo largo de la historia han dicho ya. No, se trata de una cuestión visceral que me ha acompañado siempre, desde que alcanzo a recordar o «tengo uso de razón». Algo muy dentro de mí se ha revelado siempre contra esa violencia de la que casi nadie habla, pero que apostaría que muchos percibimos, igual que yo lo hago, en tantos y tantos actos de pleitesía y abuso de poder que, día a día, tienen lugar a nuestro alrededor.

Las jerarquías, desde el cabeza de familia hasta el emperador, pasando por las interminables escalas de jefes, gerentes, directores y presidentes en la empresa, el Gobierno, el Estado, la nación, o cualquier forma de organización, forman parte de una manera tan íntima de nuestra vida que ni siquiera nos damos cuenta. Son como el aire que respiramos, el paisaje que nos rodea o el cielo azul que perciben nuestros sentidos. Y sin embargo, a diferencia de estos, esas jerarquías con sus enormes implicaciones están solo en nuestra mente. No existen más que como ideas abstractas. Sin embargo, su fuerza es igual o superior a la que ejercen sobre nosotros la ley de la gravedad. Nos condicionan tanto o más que la realidad física de la que formamos parte.

Esas ideas son como las instrucciones de un programa que determina nuestro comportamiento, y es necesario preguntarse: ¿quién es el programador? ¿Ha sido la evolución? ¿Forman parte de nuestra infraestructura genética y hay poco que podamos hacer para modificarlas? ¿Son como el hardware de un ordenador?, ¿o son más parecidas al sistema operativo o a una aplicación que alguien instala en nuestra mente? ¿Está nuestro hardware habilitado para operar con un sistema operativo diferente, otro programa, otras reglas, otra cultura? ¿O la jerarquía estará siempre, indefectiblemente, en cualquier diseño de sociedad que podamos soñar?

Durante toda mi vida esa punzada en el estómago, ese mordisco de rabia que me lacera cuando percibo la injusticia y la falta de equidad, me ha sugerido una y otra vez, de manera obsesiva, que ha de ser posible otro diseño, que no es intuitivo tener que vivir actuando siempre en contra de nuestro instinto natural. Mi objetivo es aportar sustancia a esta intuición, hacerla plausible y mostrar que tenemos herramientas para construir una sociedad diferente, que no existe ninguna razón para no desear otro diseño y pensar que no es posible convertirlo en realidad, excepto el miedo. Que de la misma manera que ensayamos para crear una vacuna o un nuevo producto, podemos y debemos ensayar nuevos modelos de sociedad.

Mi deseo, mi recomendación, mi utopía es buscar hasta encontrar una que nos haga de verdad libres. La he llamado anarcoutopía.

Anarcoutopía. Modelo de utopía para armar, UTOPIA. Tecnofuturos 2020

El diseño de portada es de Adela Moran y Pepe Medina.

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11 respuestas a “Anarcoutopía. Modelo de utopía para armar

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  1. Hola Paco,

    Muy interesante post. Recuerdo que acogí a John Zerzan en su estancia en Barcelona hace ya bastantes años, y tuvimos la oportunidad de hablar largo y tendido al respecto de sus teorías de anarco-primitivismo. De cómo sociedades de la antigüedad (y de hecho, aún algunas sociedades en Namibia) se organizaron de una forma no jerárquica. Y de cómo todo cambió con el paso de esa sociedad prehistórica principalmente recolectora, a una cazadora y jerarquizada primero, ganadera-agricultora después. Quién ha sido finalmente domesticado, los animales o el ser humano?

    John tiene una serie de libros muy interesantes al respecto, por si te interesa este tema.

    Espero que vaya todo muy bien.

    Un saludo!

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  2. Hola Eduardo,

    Muchas gracias por la referencia y por el comentario. El tema que citas me parece especialmente interesante. En anarcoutopía lo toco de pasada, pero me parece fundamental entender mejor en qué medida estamos «adaptados» a según qué modelos organizativos y en qué medida podemos re-adaptarnos o evolucionar. Precisar esa idea un poco romántica de que, posiblemente, los humanos pre-civilización (cazadores, recolectores) fueron efectivamente más libertarios y hemos caído en una trampa (a superar). El tema da no ya para una tesis, sino más. Veremos cuánto da de si mi capacidad de proceso ;;)

    Gracias. Un saludo

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